miércoles, 4 de agosto de 2010

PROBLEMA DEL PROYECTO INTEGRADOR

Uno de los problemas que amplifica la inequidad y desigualdad de género es el machismo. Este machismo lo podemos observar desde tiempos antes y después de Cristo y por ende en la religión cuyas enseñanzas pasan de generación en generación.

Todo esto empieza en la concepción machista, derivada de la cristiana, el hombre es un don, un regalo; formado a imagen de Dios, nace para ser servido, pues si bien ha de trabajar, a él le corresponden los trabajos dignos y enaltecedores. La mujer es su contrapartida. Concebida como una carga, su vocación es servir y, en efecto, se le reservan las pequeñas tareas domésticas. La debilidad que la concepción machista la atribuye a la mujer, no se refiere a su capacidad física para levantar pesos o correr la milla, sino también a una concepción psíquica. La mujer al ser débil es, por consiguiente, inferior, incapaz, desde Eva, de resistir a la tentación, por tanto, peligrosa, tentadora ella misma.

La religiosidad se desarrolla en torno al hombre, padre e hijo, él es el héroe. La mujer queda en segundo plano, cumpliendo su papel sumiso sin ningún protagonismo. En nuestro país la religión es algo de preponderancia pero nunca se ha analizado el tema de las igualdades desde este punto de vista. Esto conlleva a una deficiencia de reflexión que es el punto débil en la plataforma que sostiene la igualdad y la equidad de género.



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